miércoles, 18 de junio de 2014

No tengo nada que contar. Las golondrinas sí que saben lo que hacen y lo hacen sin pensar. Yo pretendo mil cosas que nunca tendré. Yo también me conformo algunas veces con la vida que llevo y no me quejo porque, ¿para qué quejarse si no hay solución a tu vida, si la vida que deseas está muy lejos y es muy cara, si no sabes ni lo que quieres en muchos momentos y lo único que haces es tumbarte en el sillón hasta que venga una exigencia que te saque de él? Mi felicidad no consistiría en tener más dinero porque, ¿qué hago yo con un montón de dinero? Pongo un ejemplo: a mi alrededor no hay nadie con el que poder hablar de libros. Si yo tuviera a alguien con quién poder hablar de libros, ¿no sería yo ya más feliz? Mis aspiraciones son más intelectuales: acabar la otra novela que tengo empezada, leer y hablar de libros y de cosas precisamente intelectuales. Yo no quiero un yate ni quiero comer de lo mejor porque ya como de lo quiero y me gusta. Yo quiero eso, hablar de libros. En este país, más difícil que tener mucho dinero.

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