Me tomo el segundo café de la mañana y bebo agua, mucha agua que llena de fe y claridad mis ojos y mi alma. Me tensa el cuerpo el agua. La gente no se da cuenta de que somos agua la mayor parte de nuestro cuerpo. El agua se come las cañerías pero los intestinos de nuestro cuerpo no funcionan como las cañerías. Al revés, los intestinos de nuestro cuerpo desean el agua. Estoy leyendo una historia que transcurre en Tetuán en los tiempos de nuestra guerra civil. Es muy bonita la historia. Es de una modista. Ya florece primavera en las copas de los árboles y las margaritas me amenizan el camino. Yo voy a ver a unos amigos que por ahora son la sal de mi carne. Pocos pueden decir que Dios les ha hecho un alma difícil, un alma que no se contenta con la realidad circundante. Ese alma sufre por no ver la belleza y la verdad a su alrededor, ha de buscarla en libros e imaginerías. Es la maldición de los espíritus intrincados.
Solía yo leer libros e intentaba crear uno
que contara una realidad paralela a la realidad impuesta. No lo conseguí.
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