Unos seres mugrientos frente a su destino. Zarandeados por la pena. El dolor por lo alto. Los corazones parecían avellanas. Estos eran Sancho Panza y Don Quijote hablando por los caminos de La Mancha. Nadie les atendía. Nadie sabía que esta pareja curiosa y llamativa deseaban su soledad de dos. El ambiente era hostil, cerrado sobre sí mismo. Iban a caballo. A caballo entre la locura y la amistad ciega. Los sabrosos coloquios que tenían eran asuntos por resolver. Allí cabalgaban, allí subían una loma. Allí cobraban el yelmo de Mambrino. Alucinados por su propia demencia, iban ellos dos camino de Zaragoza, camino de los duques, camino de Beltenebros. Eran dos, eran lo mejor de España, eran un hombre y su amigo del alma camino de su destino.
¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas?
Sí, por Dios, pues la primavera llega.
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