El aleteo de los pájaros despoja el aire de su quietud. Estaciones de tren ahuyentan la lejanía aquella, la vuelven de ceniza. Cruza el tiempo una luna diurna. Me parece como si todo lo que soy no llegara nunca a su destino. Mirar y mirar y no ver, esa es mi tortura. El viento de la mañana esparce el perfume acumulado en la noche, ese olor a acera, a ser humano perdido, a farola meada de perros, a esquina de ladrillos. La gente se sitúa acuciante en torno a su pena, a su colorida diversión, a su manera de pasar el tiempo. La vida es como esa multitud de colores que se junta dulcemente en el regazo del cielo y es como esa oportunidad de sentir placer que tenemos los humanos, es como ese bienestar de estar vivo y deseante.
Bruscamente salimos de la cama, maldiciendo.
Pero después acogemos el día, amándolo.
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