La ilusión es lo último que se pierde junto con la esperanza. Hay que dar a la calle lo que es de la calle. Esa mujer con el perrito, ese trabajador grandilocuente, esa chiquilla tan bien vestidita. El corazón de la calle también tiene otros alicientes: ese borracho dando voces, ese dolor de corazón que camina por la acera y esa iglesia que llama a los feligreses. Todo es redondo en el mundo menos la locura. La locura es soberbia, es desagradable, es altiva. En la mañana de hoy ha despertado un montón de gente: va en camino de romper otras lanzas en el seno del día, va en camino de vérselas con los acontecimientos que surjan. Va, nada más que va dulcemente asintiendo a la Providencia, sacando pecho de donde no hay casi nada. Estoy gordo. Podría pasear.
Se me cruza ante los ojos una esperanza
de que hoy no sea como ayer, cuando el enfado era constante.
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