Al borde del sendero un día nos sentamos. Vemos pasar al pastor y sus ovejas, al perro desmedrado, a algún vecino que sale de un paseo largo. Hablamos con él. Viene de algún pueblo hundido, vacío, muerto. Ya no pisas por el pueblo, ya no sabes de sus habitantes. La vida ha ido pasando muy lentamente hora a hora, día a día, año a año. Tu vida no ha cambiado: tienes esa estrella que pesa tanto subida todas las mañanas sobre ti. Tienes que buscar la solución al desequilibrio de tu ser más próximo. Tienes que hacer cosas, preguntar, sondear, empeñarte en arreglar la situación de debilidad que os parte en dos. La búsqueda será ardua, a lo mejor. O a lo mejor será fácil. No se sabe.
Cuando la sombra pasa de un santo amor
a la terquedad sin nombre, hay algo que muere.
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