Mirando a la lluvia me quedé dormido. Tanta es la amargura que lo amargo sabe dulce. No desprecio a la luna tan callada en lo alto. Hombro con hombro, vamos saliendo de este chaparrón mayúsculo. Las altas nubes son insidiosas como flagelos de castigo. Hay dos modos de conciencia: una es luz y otra es paciencia. Me acojo a la paciencia para superar el día de hoy y el de mañana. Otra vez la luna, otra vez el oscuro vómito de una fiera ficticia. Por ahora, la luz nos protege de la vivacidad de la maldad en lo oscuro. Hay personas que no han sufrido nunca nada. Y encima, son malas personas. No hay que perdonarlas, pues. Lo que sí hay que hacer es olvidarlas. Meto mi último renglón deseando la rutina de los días sin fiesta.
Mira por dónde viene el clan bonito y exitoso.
Quizás bajo su cráneo guarde algo parecido al sufrimiento.
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