Con buen dispuesto entendimiento, me desentiendo de aquellos que gastan rencor, que no saben aceptar la libertad del otro a hacer lo que quiera. Los penosos espectáculos a los que asistimos durante nuestra vida nos da vergüenza contarlos. En una terracita de Madrid, sin embargo, nos sentimos bien, contando de qué va ese libro que leíste, de esa persona buena que conoces, de aquel aguafiestas del que dices: mejor no hablar. Va la ternura derramada por encima de esas personas con las que paseas, con las que hablas de estrellas fatídicas, con las que tienes cosas en común. Las demás personas sobran, sobran tanto que ni siquiera están. Del pecho arriba me sube una dulzura. Me apresto a pasar el día sin pensar en muchas aberraciones conductuales. Con la pena de vivir es suficiente.
Un deseo te trajo aquí, madura ya la mañana.
Y olvidaste qué te indujo a olvidar a tanta gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario