A veces el torreón del cielo se desmorona enojosamente y nos deja contemplando almenas derruidas, tristes restos de lo que fue fortaleza. Un aluvión de desmedidos fracasos nos tienen así, mirando cómo se ha destruido más de la mitad del castillo. Los expertos en comunicación hablan y hablan, se mandan el discursito que toca hoy. Yo voy de la molicie que imperaba en el valle al deseo del cielo; allá arriba no habrá lo que aquí abajo. Allá arriba, una ligera brisa es todo lo que pasa, lo que tiene que pasar. Es esencia de la tranquilidad, es lo puro de la contemplación lo que nos espera, si llega a existir. Prefiero pensar que existe ese estado dichoso que en la gusanera que nos comerá. Es dulce pensar en una luz divina porque estamos compuestos, aunque sea un poco, de esa divinidad.
Si no crees en nada,
de nada tampoco te vale creer en ti.
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