Ya es hora de que sean las once. La vida regurgita el pasado más reciente. La luna nos atañe en cuanto a satélite solitario que agita las aguas de la Tierra. Somos agua, no lo olvidemos. Lloriqueante, el petimetre pasa la mañana dando vueltas por una playa y lloviendo. Las luces que alumbraron el mundo, ya no están o no se les hace caso. Vivimos en una sociedad líquida. Todo dura muy poco. La gente se divorcia a la de tres. Y se vuelve a casar por poco tiempo. La amistad está en entredicho, ya nadie es amigo de nadie. Hay excepciones, claro, y hay gente que acude a la llamada. Por Dios o por el diablo, nos vemos en un mundo demasiado atareado por hacerse rico, para que lo tuyo sea suyo, para tratar a los demás como objetos.
No canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena.
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