Es la lluvia sobre el mar, abierta la ventana. Ojalá los vientos me dirigieran al sur, donde todo es indolente y tranquilo. Y allí, habitar el tiempo, el espacio, la vida. Los seres que andan en las calles y dan vueltas y socorren a las ancianas que se caen al suelo desean el mar, anhelan las olas olorosas a brea y a sal. La luna trasciende sus deseos de pisar la playa e invocar a Dios con el agua enfrente, ese agua inmenso y lleno de crustáceos y peces y ballenas. El mar es ese infinito que reta, que maravilla y asciende los deseos puros de Dios. Ojalá no se ensuciara el mar, nadie lo tocara nunca, nadie lo ofendiera. Oscuros designios hacen que el mar esté lejos, esté arrostrado frente a la arena sin mis pies pisándolo, sin mi cuerpo atravesándolo puramente. Yo desearía el mar, pero está lejos, inaccesible por un tiempo.
La tierra es imposible, a ella te arrojó la suerte.
Pero hay que trascender la vida, llenarla de mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario