jueves, 16 de noviembre de 2023

 La tierra es dura y fría. La mar es salina. La tierra se calienta con el sol, en los calores del verano. La vida es salina y fría y caliente. No hay quien pueda con la vida. La vejez llega la última, cuando ya todo está vencido. La juventud es bonita y caliente y salina, como el mar. En la juventud todo bulle como bulle el mar por dentro. Para ir por el mar hace falta un barco y para surcar el cielo, un avión. Había un hombre pequeño que tenía el cogote hundido. Para mirar al cielo, este hombre tenía que torcer excesivamente el cuerpo y el cuello. En el cielo, las aves muestran su imperio. Hay águilas que suben, suben y suben y desde allí lo ven todo. Quizás las águilas sean un trasunto de Dios. Nosotros, aquí abajo, solo vemos la tierra, tierra que se ha ido civilizando con carreteras, aceras, pasos de cebra y señales de tráfico. La tierra es el mundo del ser humano, es el atadijo que envuelve los pies al caminar, es la madre que nos acogerá el último día, es la que se deja pisar callada y generosa. La tierra no tiene novio, ni amante ni quien la quiera.

El río da su empresa y su fragor por donde pasa

y el hombre ama los ríos limpios como ama el corazón de los niños.

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