El hombre vive perdido entre el cielo y la tierra, como las pulgas y los piojos en una habitación. Algunas veces el hombre (y no digo la mujer porque "el hombre" engloba toda la humanidad) está perdido en el mundo. No sabe muy bien qué pinta en él. Cuando el hombre se para a pensar un poco, dice: qué es el cuerpo que me traslada y me da forma, qué es lo que hago todos los días, por qué pienso lo que pienso, etc. Y la contestación que le da otro hombre o él mismo es: no lo sé. No sé qué es este mundo que me rodea: los árboles, los animales, las montañas, el mar. Todo en el mundo es a modo de misterio, el hombre mismo es misterio que él mismo no resuelve. El hombre estudia la naturaleza, la química y física de las cosas, pero luego dice: ¿quién sabe qué somos? No sabemos qué somos así que debemos ser humildes y que nada se nos suba a la cabeza. Nadie es superior a nadie, todo el mundo se ha hecho estas preguntas alguna vez. Somos piojos y pulgas dando saltos en una habitación.
Los hombres buenos se enseñan unos a otros.
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