La mano entreabierta que maneja la luz de marzo tan al lado tuyo, esa mano hecha de la lindeza del resplandor tibio del enamorado, esa mano ha muerto hace mucho tiempo. Los amores acaban en las manos de los enamorados, acaban entre los dedos que conocen las madrugadas; la pasión muere entre unas sábanas que alojan esas bifurcaciones de los brazos que agotan el tacto bajo tus curvas de hembra. Cuando todo tiende a impedir una cosa, es cierto que ésta parece crecer. La avaricia de los hombres crece al olor del dinero. Y ya nada la reprime porque esa avaricia todo lo avasalla. La gente es muy avariciosa últimamente en esta sociedad que alienta lo material y no la valoración de los demás. Vale más un millón que cualquier persona.
Con la paz aprendida, pronto llegué del útero de mi madre
al lugar del crimen.
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