Un gran hombre y una gran mujer es aquel que no ha perdido la inocencia y el candor de su infancia. Ya pocos quedarán de estos que piensan como los niños, aquellos a los que las desilusiones de este mundo traidor no les ha afectado fuertemente y continúan pensando limpiamente, con el corazón latiendo fuerte y amplio, como cuando jugaban con la pelota o las muñecas. Es una fortuna pensar como un niño, tener siempre deseos de mejorar las cosas, de que haya alegría a su alrededor si su infancia fue bella, de pensar confiadamente que los demás son buenos. Ojalá todos conserváramos algo de ese espíritu infantil a lo largo de nuestras vidas. El mundo sería mejor. Pero vienen los reveses que da la vida y aquel sentimiento queda seco y vacío y ya no somos los mismos que jugaban a las canicas, montábamos en bicicleta y teníamos la felicidad por horizonte.
Miramos alegremente la llaneza del otro
y nos gusta reflejarnos en la inocencia de unos ojos claros.
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