Vengo de dar un paseo. La gente mira el comprobante del supermercado. Observa atónita cómo se le ha ido el dinero tan rápido. No puede ser. Y es. Es así la inflación. No queda más que comprar lo básico. Un suramericano, echando un cigarro me preguntó si yo era español. El color de mi piel engaña mucho. Mientras hablábamos, pasó una mujer con una caja enorme de huevos. "Muchos huevos lleva esa señora.", le dije al suramericano. "Es lo que se come ahora. Yo como muchos huevos también." La vida se pone dura como el hierro y hay que comer muchos huevos, pensé. Fritos, duros, en tortilla... pasan por el pescuezo de la gente y la gente se harta no solo de huevos sino de otras cosas. A ver si la cosa mejora, a ver si la economía, que va como una moto, no se estrella contra el muro de la desesperación.
Hay una maltrecha libertad ahora, un libertad de pacotilla
que a todos nos atañe, a todos nos inoportuna.
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