Había una señora que se mordía las uñas constantemente y no sabía por qué lo hacía. Serían nervios, sería un hambre no satisfecha, sería que estaba gorda, sería que los hombre guapos no la requerían. Había muchos porqués y ninguna respuesta. Así que fue al psicólogo. El psicólogo no hacía más que rascarse los testículos. Lo haría por las mismas causas que la señora tampoco se sabe. El caso es que en la consulta se pusieron los dos a llorar y el psicólogo no curó a la paciente, que siguió comiéndose las uñas hasta el fin; esto es, hasta que no hubo uñas que comer. Entonces empezó con los dedos, se comió todos los dedos de la mano hasta el punto de no tener dedos. Se fue a un hospital y allí le dijeron que tenía que ir a un psicólogo.
Había en el laberinto una serpiente camuflada.
Había en el laberinto un hombre con sed de poder.
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