Mucho mejor que disfrutar del sol en la playa es comer bien en un restaurante que ofrece buenísimas viandas al personal. Y luego, una conversación amena sobre libros entre amigos y luego una siesta en el hotel, un hotel apartado y sin ruidos, con el silencio reinando. Después de la siesta, un paseo por la ciudad donde habrá algo que nos sorprenda gratamente en su arquitectura o sus gentes y atavíos o un rincón mágico como un plaza vistosa. Entonces, sacaremos nuestra cámara de fotos de 500 euros y haremos unas fotos bonitas para el recuerdo de que allí comimos y echamos la siesta y paseamos. Y después, cogeremos un avión que nos devolverá a nuestro ecosistema habitual y no tendremos que tomar pastillas para irnos a dormir.
Cuánta cuba alegre con olor a humo y a tinto
nos espera en la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario