Me revuelvo inquieto en mi circunstancia pero sé que, al morir, seré libre, vaya yo al cielo o no vaya yo a ningún lado. Polvo serán, pero polvo enamorado. La vida en este mundo, en este valle de congojas y ansiedades, acabará pronto porque la vida es caminar breve jornada. Y después, de tanto perro que me rodea en forma humana, no quedará nada, quedará mi espíritu mudo y tranquilo. Y yo reposaré ya de toda rancia piel y rancios huesos, de tanto pijo que abre regalitos, de tanto sobrinito y de tanta gente mala. Y quizás vaya yo al cielo si llego a viejo y muero. Y quizás la vida ultraterrena me siente bien, allí en el purgatorio o vea yo, como dicen en la misa, la luz del rostro de Cristo. Las aguas solas y amenas me están esperando y ya me iré olvidando de rostros feos, de malos acompañantes de mi vida, de toda la traición de mis "seres queridos".
Las sombras dudosas de las siestas de agosto
me acompañan en invierno diciéndome: la vida pasa rápido
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