El dolor más infame no hace ruido. No es físico. Es moral. Lo trae una traición que, como todas las traiciones, no esperabas. Es así como se instala la desconfianza entre los limpios de corazón y los desleales. Es así como se rompe el amor entre los que no se quejan nunca de los que quieren dominar al otro. Arteramente, el traidor comete delitos contra el que se fía siempre, contra el que han enseñado a fiarse de la gente. La vida te sorprende cuando aquellos que han vivido a tu lado te muerden como hace la serpiente. La mala gente no tiene reparos en robar y mentir, en montar líos para que los demás no sepan de dónde parte el daño. La mala gente quiere que tú admitas que ellos son los dañados, ellos la víctima, ellos los que lo hacen todo bien aunque sean ellos los que avasallan, roban, mienten, coaccionan. Tanto la gente que tienes a tu lado como el gobierno que hay ahora hacen esto. Quieren quedar bien haciendo el mal. Y pretenden que tú tienes la culpa si no los haces caso.
No dieron nunca la cara, todo por abuso
y luego yo no he sido, qué hijos de puta.
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