Paseo por el bosque. ¿Quién ha visto sin temblar un hayedo en un pinar? Las hayas dan miedo por tener los troncos retorcidos y simular huesos pelados. Sigo andando, veo una luz a lo lejos: la civilización. Allí me encamino. Veo una señora que me dice: hace frío, ven a mi casa y te calentarás. No se lo tomo en sentido erótico sino literal. Voy a su casa, me da un caldo y un trozo de tortilla. Ya estoy caliente en sentido literal. El sentido erótico o carnal viene ahora, cuando me invita a meterme en la cama con ella. No es fea la mujer; al revés, tiene un encanto especial. Será una soltera con mala suerte, pues no ha encontrado marido. Me cuenta que estuvo casada con un sinvergüenza y ya se hartó de los hombres. Pero me dice: por un rato, estáis muy bien los hombres. Qué delicia de mujer. Cómo disfruté. Qué pechos más bonitos tenía esta mujer. Qué abrazo me dio. Dulzura y pan bendito todo junto. Me despedí por la mañana, muy temprano. Eché a andar. ¿Quién ha visto sin temblar un hayedo en un pinar?
El tumulto obedecía al rechazo de las sombras,
a cambiar el mundo, a cambiar las tornas.
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