Ya habrá pasado con las personas de antaño, que no entendían este mundo. La fe y la confianza en el ser humano se pierden cuando pasan cosas terribles ejecutadas precisamente por el ser humano. Atentados, guerras, actos políticos incomprensibles, rabia por ser de esto o de lo otro y no soportar la postura del que se tiene delante. Las dos guerras mundiales, en el siglo pasado, dejó en las mentes de la población una duda insondable. ¿De qué es capaz el ser humano? Prácticamente de todo. El 11S, el 11M, vidas que se truncan, vidas inocentes que solo pasaban por allí o estaban allí. Guerra de Irak. Y actualmente, más guerras. Las personas conscientes también se dan cuenta de cómo estamos dirigidos por unas élites que dicen qué hay que hacer. No encontramos el silencio, tan querido de los sabios, por ese bombardeo de órdenes, de propaganda, de segundas opiniones que no son nuestras. En fin, el ser humano siempre parece estar en una vorágine. Y hay que ser fuerte para no perder la esencia.
Sopló un viento a la justicia de nuestro tiempo
y refrescó nuestros rostros por un momento.
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