Como ese personaje de novela, conocido recientemente a través de su lectura, podría dormir por las mañanas y por las tardes y por las noches y no darme cuenta de la vida que me ocupa, que me inquieta, que me da dolor. Pero no. Hay que pasear por la calle de los comercios y ver si el peluquero corta el pelo o la frutería se vacía de sus existencias o comprobar que el amigo aquel toma café o llama con el móvil a su madre. Y no dejar de pasar por esa calle que trae recuerdos de cuando cogía el autobús y me dirigía a la facultad a estudiar, a pasarlo bien entre tantas palabras que surgían de los profesores universitarios y charlar con un compañero sobre el morfema y el verso de Garcilaso y la sátira quevedesca. Y luego, comer arrullado por el cariño de mi madre y luego ir a la habitación y mirar los apuntes y leer el último libro comprado.
Hay muchos soñadores rodeados de desgracias y caminos
que nunca se andarán por la funesta ley del destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario