No hay que odiar a mucha gente a la vez ni odiar a una o dos personas muy profundamente. Hay que aprender a odiar. Solo a un trío y nunca a los políticos. Y el trío, que no tenga mucho que ver, que no haya vínculos entre esos tres. Y, a los políticos, no los odies, pues ni te conocen, y tú poco puedes hacer para que esos mercenarios piensen en ti. Odiar es muy duro de llevar. El odio se basa en una obsesión, como la envidia. El odio o la envidia hacen que tu cerebro adopte un bucle que no se rompe con facilidad y lo pasas mal pensando y repensando y repitiendo ese bucle maldito. Llegado el caso, puedes odiar hasta a tu propio hijo y no saber que le odias. Así de duro es el odio si se expande. También puedes odiar a un padre o a un hermano. No sé por qué, al que odias no le puedes despreciar. Debe ser una ley del sentimiento.
Voló muy alto, muy alto y despreció a los del suelo
pero odió a los cohetes que iban a la luna.
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