lunes, 4 de noviembre de 2019

El segundo poema de "Hijos de la ira" se titula LA INJUSTICIA. No se trata de las injusticias de la guerra o de los hombres sobre los hombres si no que yo interpreto como la injusticia de tener que morir.
El poeta habla de "sombra negra", "mancha lóbrega" "oquedad devorante de siglos y de mundos".
Yo entiendo que el poeta se siente pequeño ante el paso del tiempo y de que él también va a pasar en este mundo.
Luego habla de "onda turbia siempre manante" como algo que avanza sin poderlo parar.
No lo entiendo muy bien todo este juego de expresiones oscuras y qué tienen que ver con la injusticia pero me ha gustado mucho la expresión "Tú amontonas el odio en la charca inverniza del corazón del viejo". No sé qué pueda ser esta imagen pero algo así como el turbio barruntar de la muerte. Puede ser eso. 
Dámaso Alonso, desde luego, se desvincula en este poemario de acusar a unos o a otros de las causas de la guerra civil y además, nunca se refiere a ella. Lo que refiere este poemario es una sensación existencial muy triste y desarraigada. Pero Dámaso Alonso no fue una persona muy marginal: fue director de la RAE, fue profesor en muchas universidades. Yo creo que escribió "Hijos de la ira" como una expresión de su malestar existencial y para dar salida a unas imágenes poéticas que pueden ser bastante universales en cuanto a la muerte, la existencia, Dios y otras nociones de la vida.
El poema se deja de imágenes poéticas cuando dice: "...Hoy llegas hasta mí." y el poeta se enfrenta a esa oscuridad o esa injusticia que da título al poema, que, ya digo, puede ser la sensación o el barruntar la muerte y lo resumo en estos tres versos: "soy hombre, como un dios,/soy hombre, dulce niebla, centro cálido,/pasajero bullir de un metal misterioso que irradia la ternura.
En fin. La injusticia de la que habla Don Dámaso en este poema no tiene nada que ver con los hombres sino que es un fuerza telúrica, siempre manante, que yo asimilo al miedo a la muerte y al pasar por la vida arrastrado por el tiempo y los siglos. Y parece que Don Dámaso la vence.

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