viernes, 9 de octubre de 2015

Todo pasa, pasa el verano, pasan los días de nervios, pasa la hora de comer y se vuelve a la normalidad, una normalidad relativa pues en la vida del hombre no hay cosa totalmente normal. Siempre hay cosas para que esa normalidad se resienta, incluida el propio carácter de ese hombre o esa mujer. Se llega el viernes, se llega el sábado y parece que el hombre o la mujer se pierden en ríos de gente que los hacen parecer normales o por lo menos, homogéneos en su vulgaridad o su modo de vida o su carácter o digamos que su crácter se diluye en un no carácter de la masa. La gente compra, visita lugares donde hay cuadros, holla las aceras para hacerlas numerosas y el hombre y la mujer no saben que entran en una horda sin carácter alguno, en una compacta masa de gentes sin ningún tipo de individualidad. Todo es atrabiliario y torpe, todo se compra y se vende en comercios pasajeros.
Pero la idea es que yo tengo que decir que no a una costumbre, la costumbre de andar siempre de la misma forma y no tener tiempo para mí. La vida da muchas vueltas pero hay que saber en qué vuelta estas tú.

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