viernes, 21 de marzo de 2014

Hay gente que para vivir necesita controlar lo que hacen los demás. Eso no es malo si no llega un punto en que resulta molesto a los demás estar todo el rato contando: "Sí. Estoy bien. Y mi madre también. Mañana vamos a comer una paella que va a hacer Enrique, que ya sabes que se le dan bien, etc."
Y a los dos días vuelve a llamar. Yo tenía un amigo con el que estuve tomando café un año entero y al cabo de ese año ya decía: "Parece que hoy te retrasas un poco. ¿Qué te ha pasado?". Como si tuviera que estar dando explicaciones por llegar tarde a tomar café. La gilipollez de la gente es grande cuando no tiene un mínimo de discreción y de saber que tanto preguntar por la salud y demás accidentes de la vida del prójimo, harta en un determinado momento. Esta gente tiene unos conocimientos tremendos de cualquier cosa, pero a costa de no dejar en paz a las personas ni un solo minuto y estorbar la vida de los demás con tanto "interés" cuando deberían ocuparse en resolver sus propios problemas, que a lo mejor son muchos. Son los llamados "porteras" o cotillos. Hay muchos en España. Parece el deporte nacional andar fisgando qué hace este o el otro mientras su casa se quema. Qué mierda más grande.

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