jueves, 27 de marzo de 2014

Estar todos los días de Dios con una persona contando las más estúpidas nimiedades de la vida cansa y aburre un montón. A mí me ha pasado con un señor que me saca diez años y con el que he estado tomando café todos los putos días. Al final, coges asco a la conversación porque ya no sabes de qué hablar al estar todos los temas tratados de modo que ya lo que haces es tratar asuntos personales que sólo le interesan a uno y las preguntas se hacen incluso ofensivas y la presencia de ese interlocutor se hace muy cargante y muy pesada y muy odiada después de tanto tiempo pues ya no sabes de qué hablar y todo se estropea. Menos mal que he decidido no ir a tomar café más de lo necesario y aprovechar el tiempo leyendo porque la relación se iba volviendo cada vez más imposible. Y no tiene la culpa ese señor ni yo tampoco, sino la situación agobiante de estar contando siempre las mismas cosas a las mismas horas como si fuera una obligación.

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