viernes, 9 de agosto de 2013

Cuando se llega a los cuarenta, la mayor parte del tiempo te lo tienes que montar por tu cuenta. Ya no hay un montón de amigos a los que llamar para echar un partido de fútbol o pasar un rato el fin de semana bebiendo o bailando.
A esa edad sueles estar solo porque todos tus amigos se han casado y con su mujer y sus hijos ya tienen plan para todo el día.
Si a los cuarenta no tienes trabajo no sabes en qué echar las horas y te da por aficiones raras o hacerte voluntario de una ONG. O estudiar una oposición para pasar a ser el bicho raro de la biblioteca.
Se intentan muchas cosas para encontrar a alguien que está rehaciendo la vida pues se ha divorciado o sigue soltero.
Me cuenta mi novia que es muy difícil encontrar un hombre potable hoy en día, que todos los que hay ahora no hay por dónde cogerlos. La vida es así de dura. Nos condena a la soledad en cuanto que nos descuidemos. Yo también paso algunas horas solo. Mi compañía son los libros. A gusto dañado, lo dulce le resulta amargo.
Lo malo es eso: que todo nos sabe mal pasados los años.

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