El agua que no cae fomenta la fatiga del sol perenne. Quiero llorar y no puedo, como los niños de la última fila. La juventud que me circunda abre la puerta del mar más adelante. No sé qué es el descanso de la mente, siempre con un ir y venir de las dudas y los descalabros. La fina flauta huye por la piel quemada, esconde su fluido sonoro entre las entrañas, duerme al cabo de un tiempo. Melancólicamente la vida me miente y me dice basta, haz algo. La sinrazón de vivir ya ha tocado mi sien altiva. Es hora de ponerse en marcha, de aliviar en llanto todo esto que me está pasando. Pero no puedo llorar. Me lo impide mi propio ser, hecho de frustración y pena guardada.
Alma extraña de mi hueco de venas,
alójate en mi seno, dame paz.
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