viernes, 27 de diciembre de 2019

A veces es como si hubiera una guerra a tu alrededor que te dejara agotado en la trinchera a ti solo, los enemigos avanzando hacia ti y no puedes hacer nada porque son muchos. No es una guerra de ametralladoras y gas mostaza o bombas, es una guerra sorda que se acerca al oído y penetra al cerebro y es muy dura de llevar.
Pero luego, consultas con los capitanes que hay a tu alrededor y te indican la estrategia a seguir y vas venciendo terreno y te atreves a hacer una incursión y meter la bayoneta hasta la mierda en tu rival.

Y el rival, un poco herido, va cediendo y ya casi le puedes matar, le puedes aniquilar, le puedes barrer de este mundo asqueroso.

Y no lo haces. Porque el enemigo también tiene sus batallas interiores y es débil de alguna manera.

Pero tienes ganas de matarlo pegándole el tiro de gracia para que deje de existir.

Todo esto es una metáfora. No hay guerra en mí ni voy a matar a nadie.

Pero la vida, a veces, es a manera de guerra.

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