domingo, 2 de septiembre de 2018

El lunes se fueron nuestros viejecitos padres al pueblo. Paco y yo lo hicimos el viernes. Hablé mucho con uno que viene de Mondragón, que me contó un chiste muy bueno. Hablé con mucha gente (una borrachera de palabras que me excitó mentalmente y sufrí para poderme dormir). El sábado nos vinimos a Majadahonda y de paso, paramos en Villalba, pueblo o ciudad que me encanta por su tranquilidad y la bondad de sus gentes (trabajé allí dos años de profesor). Luego quedé por la noche con Fede y nos reímos. Compré ese sábado dos doradas que he asado hoy domingo. He leído el periódico y después de interesarme por las correrías de Sánchez por América y de los jetómetros socialistas de los ERE, he soltado al periquito al que todavía no he puesto nombre, por la habitación. El animalito se ha subido a lo alto de un armario no muy grande y observa desde allí. La jaula está encima de la mesa para cuando quiera meterse y si no quiere meterse, lo tendré que atrapar y meter yo, tarea que no es muy difícil. He limpiado la bandeja del horno y la he puesto a secar. Las doradas estaban buenas. La dificultad de la vida muchas veces está en nosotros mismos, cuando no queremos ver su bondad y sí su lado malo. Lo peor es nacer con la suerte de culo, que de ahí adelante, a lo mejor casi todo te va mal. Pero bueno, como dice Rosendo, "el que menos o el que más se apaña". Sigue la canción: "tú me vienes a ofrecer compaña/y no paras de meter cizaña". Puede ser que muchas veces la mala suerte viene de los que tenemos alrededor. Pero también una enfermedad, un accidente o una noche sin dormir lo jode todo.

Un domingo tranquilo es un domingo tranquilo.

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