jueves, 20 de septiembre de 2018

Todo empezó cuando mi hermano tuvo la crisis. Mi patrón de sueño cambió y me levantaba a las ocho de la mañana todos los días. Había que llenar la mañana de algo porque fuera hacía frío y no se podía salir a la calle. Empecé a escuchar en YouTube a un historiador que contaba cosas sobre la historia de España. Me di cuenta de unas realidades que me sorprendieron, que no había escuchado antes. Me fui politizando y radicalizando poco a poco. Luego, este verano, empecé a leerme en la Wikipedia la historia de España. Me radicalicé aun más pero sin perder la calma ni dar escándalo. Discreto. Entonces, cambió el gobierno. Llegó Sánchez al poder, del Psoe. Me radicalicé porque no aguantaba a este tío. Pero seguí en mi discreción. Un amigo viejo me llamó a mí y a mi hermano franquistas. Pensé que cualquier estúpido, en la vía  pública, te podía llamar facha o franquista sin venir a cuento. Yo no he insultado a nadie todavía aunque mi posición política se haya radicalizado. A mí sí me han insultado sin motivo alguno.
Bueno. Lo que he averiguado es que no merece la pena politizarse por nada porque los políticos de ahora solo piensan en las próximas elecciones, no en el país. Piensan en su partido, no en el país. Piensan en sí mismos, no en el país. No piensan más allá de dos años, de soluciones cortas que no valen para nada. Se echan el discursito y todo sigue igual. Hay tantos partidos ahora que todo es muy confuso. Todos llevan la razón y ninguno la lleva. Todos claman su verdad y su verdad dura solo lo que tardan en llegar al poder. No es necesario politizarse. Hay que pensar en cosas mejores y más necesarias que la política. La política para los políticos y para los periodistas. Que den por culo a la política.

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