lunes, 9 de diciembre de 2013

Descubrí pronto que escribir mis sentimientos y todo lo que me preocupara me aliviaba de la tensión de estar dando vueltas constantemente a esas preocupaciones y que, al poner todas las cosas que eran como un maremágnum por su orden cronológico o por su orden de importancia y al final, sacar unas conclusiones, el problema se aliviaba y adoptaba una forma más amable y manejable para mi entendimiento.
Entonces compraba constantemente cuadernos y hacía de ellos unos diarios en los que ponía todo lo que se me ocurría y luego me quedaba más tranquilo y viéndolo todo desde la distancia de un orden que gobernaba un poco el caos anterior.
Pero dejé de escribir en ese diario y empecé a escribir literatura. Pero en la literatura, las cosas le ocurrían a unos personajes y no a mí, aunque había algo de mí en esos personajes, pero de refilón. A mí me ha preocupado mucho mi familia, mi trabajo, la gente con la que me he cruzado, mi novia, etc y todo ello ha tenido tratamiento en mis escritos que pretendían ser esclarecedores. 
¿La escritura es una terapia? Para mí, muchas veces, sí.

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