viernes, 28 de diciembre de 2012

este mundo

El otro día estuve dando vueltas al mundo en que vivimos. Cada vez es más difícil sentirse libre en él. Todo parece protocolario y ruin. Las relaciones humanas están mediatizadas por un sinfín de prejuicios alimentados quizás por la televisión y otros medios igual de asquerosos y aumentados por la ignorancia. No sabemos para qué queremos el conocimiento: si para formarnos o simplemente para ser ricos. Ya nadie quiere ser elevado en el sentido de asemejarnos a los dioses o a Dios, sólo deseamos placeres que nos enseña la televisión u otros medios absurdos. Ya no nos contentamos con la charla del vecino, con la cotidianidad de nuestros semejantes. Queremos emociones fuertes aunque estén a miles de kilómetros de nosotros. Queremos emular al atleta de turno aunque estemos gordos y torpes. ¿Por qué no se conforma cada uno con lo que es, con lo que es verdaderamente su esencia?
Todo el mundo tiene virtudes que ya no cultiva porque otros les dicen que deben cultivar otras que son extrañas, invasivas, traídas de máquinas y artilugios absurdos que crean deseos y artilugios aún más absurdos. Yo tuve una formación humanística, aprendí latín y griego, supe cómo se forma un imperio, cómo decaen los imperios, cómo es de importante saber comunicarse con acierto y personalidad. Ya nada importa eso y sólo han pasado 25 años desde que salí del instituto.
Cada vez entiendo menos este mundo que da prioridad a cosas que yo considero superfluas. Yo creo en la formación que me han dado y que yo he procurado para mí.
Los jóvenes que ahora veo no se parecen a mí. No sé si llevan un camino equivocado o no pero van más rápidos, más egoístas, más materialistas a ese camino.
Yo, cuando era universitario charlaba con mi hermano sobre el mundo y siempre acabábamos despreciando lo material y el dinero.
Éramos idealistas, éramos ilusos pero algo lo seguimos siendo pues ponemos el espíritu por delante de muchas estupideces que han surgido últimamente.

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