miércoles, 29 de noviembre de 2023

 Cayó la lluvia desde el pecho de Dios, azul y tenso como un cielo pronto a morir. Las calles estaban vacías y sosegadas porque tu muerte llegó hasta las esquinas. Las señoras que iban a la compra se detuvieron en la plaza y departían sobre el extraño suceso. Un perro ladró toda la mañana al ver su mundo callar. Y así fue pasando el día hasta que, por la tarde, todo volvió a circular con la fe de antes, con el empeño de antes. Y ya no todo fue igual a este día en que las lunas o las estrellas lo señalaron con su fulgor. Yo me fui lejos a una ciudad costera a ver en el mar el continuo de ese dominio de las flores en los gobiernos de la muerte, en los muros de los cementerios. Tu muerte me habló a mí primero y yo puse la distancia necesaria entre tú y la gloria.

Cuando los saqueadores llamen a la puerta, atravesando la madera,

no llores, amor mío, no llores.

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