martes, 4 de junio de 2019

Decía el desaparecido Eduardo Punset que el que es feliz está continuamente enamorado. ¿Enamorado de qué? Pues de la vida. De eso que me gusta tanto hablar a mí en este blog para bien o para mal. Me consta, por lo que he leído de este hombre, que era extremadamente generoso porque no pensaba mucho en él mismo sino en los demás y en la maravilla de la vida.
Hay veces en que yo no puedo disfrutar de esa maravilla por causa de mi enfermedad. Me siento triste a veces y la vida me parece un sinsentido o algo detestable en el que estoy existiendo. Las horas pasan con dolor y con torturas de la mente.
Pero de lo que me he dado cuenta es de que la vida está hecha no para los que mandan y dicen y quieren figurar sino de los que acatan la vida. Acatar significa comprender, entender, transigir, escuchar más que querer que la vida se acople a nosotros sea por medio de los demás o de bienes materiales o de deseos cumplidos. Acatar significa que estás de acuerdo en cómo son los demás, en que respetas su modo de ser y no te enfrentas a ese modo de ser.
Y en ayudar para que ese modo de ser de los demás no deje de ser sino que tú cooperas para que los demás estén bien, no a tus órdenes.
Y es muy difícil a veces y a veces no hay más remedio que acatar lo que nos viene. Pero hay que acatar. Y cuanto más acates en esta vida cómo son las cosas y las gentes, más sabio serás y por lo tanto, más feliz.

La vida no es como tú quieres. La vida es como la aceptes.

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