jueves, 14 de septiembre de 2017

Según está el mundo, uno no sabe qué pensar ya. Pero seguro que ya les sucedió a los romanos, que veían cómo su imperio decaía de día en día. Veían signos. A mí, lo que me molesta de la política y de la degradación que hay en la vida pública es que llega a la ciudadanía ese malestar de no saber quién tenemos al lado. Nadie se fía de nadie ya, o esa es mi impresión. Como nos han enseñado las llamadas élites a hacer toda clase de tropelías, las ensayamos también nosotros con el vecino y la convivencia se agría de modo irremisible.
Hace mucho que no amplío mi agenda de amistades y yo creo que también es por eso, por la cerrazón que tiene la gente ante los demás. Nadie quiere ofrecer una mínima confianza al otro porque ya ha oído demasiados casos de maldades que abriga el otro. El estar conectado continuamente a noticias malas pervierte sin duda la percepción que tenemos del mundo y ponemos una mueca de asco no solo ante las noticias sino ante aquel que nos brinda el saludo. Somos muy correctos con el otro, no sea que vaya a pasar algo pero no queremos saber nada del otro, no sea que vaya a pasar algo. De modo que el otro nunca sabrá nada de nosotros y nosotros no nos mezclaremos con el otro. Para eso se realizan seminarios y clubes donde conoceremos estrictamente al que tiene una afición como la nuestra o le guste la misma música que a nosotros. Pero jamás vamos a dar la mano a alguien que sienta o piense diferente que nosotros. No vaya a pasar algo como pasa todos los días en internet y otros medios de comunicación que lo ponen todo negro para que estemos asustados continuamente y no nos fiemos ni de nuestro cuñado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario