miércoles, 10 de mayo de 2017

La otra tarde fui a meterme en una página web sobre escritores y el ordenador se puso a chillar. Había una amenaza de virus. Llamé al teléfono que me indicaban y me lo solucionaron por control remoto, asistido por una chica muy maja. Mi ordenador podría haber colapsado y no me habría dado ni cuenta. Estuvieron unas dos horas arreglándomelo o limpiándolo.
Hoy me he levantado con ese ajetreo vital que no me deja parar y que consiste en analizar mi sucia rutina para lamentar después que no puedo escapar a ella.
Pero luego el día avanza y esas disquisiciones mañaneras se disipan y me dejan hacer cositas en el día que me alejan de la murria rutinaria y existencial. Y pasa el día hasta que llega otra mañana traicionera y monótona como un reloj y me da por seguir pensando que estoy en una burbuja de cartón.
Pero bueno, son gajes del vivir, que siempre es algo incierto.
Esta mañana he conocido a una persona inquietante pero no quisiera verla más. He de tomar precauciones.
Por lo demás, bien. Ya he escrito mis historias y voy a andar a Las Rozas un rato.






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