jueves, 4 de mayo de 2017

Como he dicho antes, me estoy leyendo "La isla del día antes" de Umberto Eco. El protagonista es Roberto, que vive en el Monteferrato y tiene que defender una plaza con castillo que se llama Casal. Allí conoce a un noble ateo que le enseña golpes de esgrima y anatemas en contra de la religión católica. Un monje le enseña, en medio del asedio de los imperiales (los españoles) una máquina de hacer metáforas. Y Roberto pierde a su padre en una acometida contra los sitiadores. Se convierte en siervo de un cardenal y este le envía a una misión: descubrir el punto fijo para poder medir la longitud de la Tierra. La latitud se conocía más o menos bien en aquella época (siglos XVI y XVII) pero tenían los navegantes gran dificultad para medir la longitud y muchas tierras conquistadas "se perdían para la cristiandad" al no saber los navegantes señalar bien la longitud. Todos querían llegar a las islas de Salomón que fue el que cortó al niño por la mitad y esas islas cortaban la Tierra por la mitad y, según la Biblia, eran muy ricas en oro y otras riquezas.
Roberto se enrola en un barco llamado "Amarilis" pero este sufre un naufragio y hace que el protagonista llegue al barco "Daphne" que está enfrente de una isla de caníbales. Están cerca de Australia y ven los grandes ratones marsupiales en esas isla.
LO que hace Umberto Eco es dar cuenta novelada de aquella aventuras marinas en que todo estaba por descubrir. El Nuevo Mundo atraerá y hará perder muchas vidas en su conocimiento y conquista. 

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