jueves, 23 de febrero de 2017

Ayer viví un día de desesperación porque las horas pasaban con disgusto. Hoy me he rehecho haciendo cosas. No hay cosa mejor para la depresión que hacer cosas, no quedarse parado lamentándose. Así que hoy quizás pueda dejar atrás el fantasma de los días torcidos. Voy a ir a una excursión con unos amigos el sábado, voy a Alcalá de Henares, patrimonio de la Humanidad. Me he estado documentando sobre la ciudad para hacer un poco de guía a mis amigos. El domingo no saldré con mi exnovia sino que iré con un amigo por la tarde. Las cosas cogen un devenir distinto en determinadas épocas pero no hay que tener miedo. Quizás ese devenir nos lleve a un sitio no esperado y bueno como uno que pasea y sin darse cuenta aparece ante la maravilla de una rosaleda.
La verdad es que el mundo no ofrece seguridad ninguna con la ola de dirigentes papanatas que se nos viene encima y sobre todo, con ese plantígrado gruñón que unas veces amanece con el pie torcido y otras, con las neuronas a contrapaso.
En fin, viene el tiempo bueno. Ojalá se tire lloviendo dos semanas seguidas en Marzo, cubriéndolo todo de agua, remojándolo todo con fuerza como si el agua se enseñoreara del mundo y corran los ríos y se llenen los mares de dulzura.
Si  llueve, me quedaré en casa escribe que te escribe y podré redactar por fin la novela deseada. Todo lo que favorezca nuestros deseos, si los deseos son buenos, debería de cumplirse.
Suena un violín como el viento. Son los vecinos que son músicos. Ojalá todo estuviera encaminada hacia el bien. Mientras tanto, habrá que esforzarse.

Ponte a hacer cosas, matarás el día.

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