domingo, 6 de noviembre de 2016

Cuando uno está instalado en la duda, se ven ciertas desventajas pues no crees en nada que funcione. Ni siquiera funcionan las creencias en los demás y eso crea una ansiedad grande porque temes confiar en cualquiera. Eso pasa cuando crees que una persona es buena pero luego te da su cara más amarga.
Yo conozco seres que no se apean de una creencia firme en cualquier asunto o persona de la que dependen, sea este asunto la política, su trabajo o sea esa persona su mujer o un amigo.
Conozco gente que lleva toda la vida sacando dieces en todo pero no se enteran de la película que pasa a su alrededor.
Conozco otras personas que creen firmemente en otra persona amada y en una ideología mostrenca. Tampoco se enteran de lo que pasa a su alrededor.
Sin embargo, si estás en la duda, un día eres partidario de una ideología; otro día te traiciona el ser más querido; otro día te das cuenta de un mentira vital. En fin: llega el descreimiento a tu vida porque no puedes poner la fe en nadie ni en nada. Eso es la duda.
Y con la duda, se crece; en las creencias firmes, se queda uno como mirando siempre por el mismo agujero, desde el mismo balcón.
A la duda, le asiste la verdad y no las mentiras en que creer para que todo vaya como uno quiere. A la duda no se le puede mentir porque siempre, la duda pondrá un ojo muy grande al error. Desde las firmes creencias se cuelan mentiras, trágalas muy fuertes que uno consiente para que el sistema en que se cree no se derrumbe.
La duda es vulnerable, la creencia firme impone en los demás creencias firmes pero yo prefiero la duda, con ella se crece y se sabe qué es la vida y qué es la mentira.
Ante la duda, cree en ti mismo.

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