jueves, 3 de noviembre de 2016

Acabo de escribir unas poesías. Las poesías que yo escribo no son de corazones, amores y la luz de la luna.
Mis poesías son del día a día, de lo que siento cuando me levanto, cuando ando por el mundo vil y cuando me acuesto.
No sé todavía si la vida merece ser contada pero yo la cuento.
Una poesía mía puede empezar así:

Ya las horas avanzan enormes y lúcidas por los ladrillos cansados de la ciudad.

Y luego puede continuar alegremente o tristemente. Ya se ve que mi poesía no vale un pimiento. Solo vale lo que me distrae escribirla.

Luego, también escribo novelas. Una novela mía puede empezar así:
La ciudad escondía en su seno algo muy preciado para Matías Pérez.
Y luego continuar y continuar hasta que se resuelva el conflicto.
Pero tampoco son buenas. Sirven solo para pasar el rato, como las poesías. Se lo dejo leer a una amiga y dice que está bien, que no se ha aburrido. Con eso vale.
Y todo lo que escribo es para hacerme una idea de lo aburrido que es el mundo, real o imaginado y ya está. Ya he escrito mi trocito de blog.

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