miércoles, 17 de julio de 2013

El verano no tolera filosofías. Del gazpacho se pasa a la piscina y de la piscina a la merienda al fresquito.
Quizá alguno lea algún libro de crímenes o de pasiones torvas a la sombra de una sombrilla o con el ventilador zumbando encima de la cabeza.
Siempre llevados esos crímenes o pasiones por una prosa ágil y sencilla, de frases cortas y vocabulario de sexto de primaria.
Porque la cabeza, en verano, será por el sol, está como huera y carente de pensamientos profundos.
Uno debe enfrascarse en no pasar calor, en comer ligero y en aliviar sus deseos hacia la chica o chico que anda ligero de ropa en esta estación. Lo demás sobra.
Sólo en invierno, con su cielo enturbiado por nubes negras y el frío que reúne en el pensamiento ideas tristes y de desesperación, se producen esas ideas agrias y viles que provocan tristeza y reflexión.
Pero aprovechemos: el verano son dos meses de dejar la cabeza insumisa y aeque animo.

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