viernes, 20 de mayo de 2022

 Entro a las 3 de la tarde en la biblioteca (entro a esa hora temprana porque en casa me aburro) y me dirijo a leer los periódicos. Leo uno y me canso; leo el segundo y me canso más de las noticias. Apenas hay noticias interesantes. Me voy a la sala donde están las máquinas de bebidas y me tomo una coca cola sentado ante una mesilla pequeña en un taburete. Cuando me la termino, me dirijo arriba, a la sala de lectura, las sala de los libros. Solo hay un chico joven y una chica. La chica se va y se queda el chico estudiando. No hay gente por la temprana hora (son las 3 y media) o porque es viernes (quizás esta sea la razón determinante). Cojo de las estanterías dos novelas. Una basada en en un hecho real (por eso me ha atraído) y otra inventada, más gruesa y espero a ver si las dos me enganchan. No me engancha ninguna de las dos y me quedo mirando al mostrador de los bibliotecarios donde no hay nadie (debe ser el cambio de turno). Cojo otras dos novelas y las pongo en la mesa y veo entrar a la sala de lectura a una chica que se sienta de espaldas a mí. Yo sigo con la lectura de novelas. Una sí me engancha, pero, como estoy tan solo allí en la sala, me distraigo mucho. En esto, aparecen por la puerta dos monjes de hábito blanco. Se acercan al chico y le hablan en susurros. Uno es mayor que el otro. El chico contesta algo y le dejan seguir estudiando. Entonces, esos frailes se acercan a mí y, sin dar las buenas tardes, el más mayor, que debía tener casi 70 años, me dice: "¿Qué lees?" y yo le contesto: "novelas". Entonces el monje mayor me dice: "espera aquí". Y se van los dos al fondo de la sala. Yo espero pues no espero nada malo de ellos. Me los quedo mirando por las estanterías cuchicheando los dos. A los 3 minutos vienen con una Biblia y catecismos y textos católicos. Me los ponen en la mesa y me dicen que lea todo eso, que ahí está la verdad. Yo les digo sin miedo ni disgusto que me tengo que ir. Cojo mi cuaderno y  mi boli y me voy a la puerta, quitándome las gafas de ver de cerca mientras bajo las escaleras para dirigirme a la salida. Cuánta es mi sorpresa cuando empujo la puerta y hay dos frailes a la puerta, tal como los de la sala de lectura, los de arriba. Uno de ellos, también el más mayor, me suelta a bocajarro: "¿Te has leído los libros de los hermanos dominicos?" Yo ante tal acoso solo sé decir: "Tengo prisa, me tengo que ir, me tengo que ir". El fraile me salta con un grito ronco: "Apóstata. Apóstata. El infierno te espera. Mal cristiano. " Y llego a casa y se lo cuento a Paco y Paco dice que son cosas de la iglesia moderna y también una cosa que llaman la sinodal o algo así. Así que vaya rato más raro he pasado en la biblioteca. Más raro que una novela de verdad.

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