sábado, 29 de junio de 2013

La vida anda a trancas y barrancas por andurriales a veces. Otras, por el camino recto y cuidado de la felicidad. Cuando andamos un camino sin baches, no nos damos cuenta de que existen.

La chica que yo quiero a veces es testaruda y parece que lleva una maceta encima de los hombros algunas veces. Otras, todo fluye como si nadara por un río manso cuando estoy con ella.

La familia parece un cruce de parabienes hasta que un miembro o toda ella se desvía, se aturulla, se trastabilla y todo parece ir mal en la comida de los domingos, en que nadie quiere hacer daño a nadie diciendo la verdad.

Los amigos lo son cuando se dan cuenta de que lo pasas mal e intentan consolarte cuando llega la ocasión. Para estar en el bar tomando algo cualquiera se apunta.

Para ganar dinero hay que salir de casa, conocer gente nueva y colaborar con ella en los trabajos, adaptarte a lo que hay que casi siempre no es gustoso. En casa no hay más que distracciones vanas que no llevan a ningún lado.

Dicen ahora que las leyes de educación están hechas para que sólo estudien los ricos. No hay argumento más falaz y filibustero que este. Yo, cuando voy al metro, no veo pobres y ricos. Veo gente.

Hay gente que no cree más que en sus derechos. Hay gente a la que el jefe representa un explotador. Yo nunca iría a buscar trabajo a la casa de un pobre, sin embargo.

Los padres no niegan nada a los hijos. Mal hecho. Si empiezan dándoles todo, a lo mejor terminan donde no quisieran y los hijos hechos unos hijos de puta por el abuso al que sometieron a los padres.

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