lunes, 24 de junio de 2013

Arde la tierra en verano
y el sol nos prepara para la siesta,
para la playa, para vivir en su ausencia
y de noche, bajo los astros desnudos,
los cuerpos sienten la brújula del deseo.
Pero la tierra ya no aguanta tanto calor, tanta desmesura.
La primavera se queja
de que no la dejan reinar, florecer, llorar.
Las flores, según nacen, perecen al sol.
¿Quién ha visto a las mariposas?
¿Saltan los saltamontes en el campo, amigos de la verde yerba?
No hay verde yerba. Hay sol.
Sol que mata las lluvias, sol que seca, sol que desespera.
El verdugo del verdor nos matará
por no sé que asunto del ceodós, de los coches,
de la alarmante contaminación.
La primavera ha muerto. Vivirá el desierto.

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