sábado, 15 de junio de 2013

El tipo aquel había llevado una vida de perros pero en llegando al bar y tomándose una copa de coñac, era otro. Había trabajado en lo peorcito, como un azacán. Sus padres murieron por la mala vida que llevaron. Una hermana que tiene se metió puta hace tiempo y no sabe si estará muerta. Este tipo había probado de todo: la droga, la rebelión, los palos de la policía, el pico y la pala, los barrotes de la cárcel, el ambiente del hampa y últimamente, por sus queridos pero malos tratos con las mujeres, el temido sida.

Pero llegaba al bar como el primerito y el más deseoso y echándose la copa al coleto, era otro.
En cuanto bebía ya estaba dispuesto a que otra ostia del destino se quedara estampada en sus carrillos demacrados.
Hoy ha llegado este tipo a la plaza y por un dime y un direte, se ha enzarzado con un moro que no le pasaba hachís y han ido los dos a comisaria. Puro trámite para él.

A las siete de la tarde sale de comisaria y pide a un amigo de los pocos que le quedan, que le invite a un coñac. Luego cena en casa de otro amigo de igual andar y caletre que él pero con más posibles. ¿Cómo no va haber a estas alturas socorro para él, que lleva pisadas mil mierdas?
Con el dinero que le ha dado el amigo se va a dormir a una casa de putas y ya sueña con el castaño color de su bebida favorita cuando despierte.

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