miércoles, 7 de diciembre de 2016

A punto de hacer unas sopas de ajo, he estado revisando mis cuarenta páginas de mi novela y hay algo que no encaja bien. Yo creo que es la transición entre un tema y otro, entre una reflexión y una actividad que realiza mi personaje. Mi personaje es un hombre mayor que vive en una residencia pero es demasiado inquieto para vivir en ella. Cuento su pasado, claro, pero su presente se me escapa.
Un día yo me apunté a clases de escritura. Básicamente, lo que había que hacer era ir escribiendo un capítulo. Se leía delante del profesor y este hombre serio como perro en bote iba diciendo los fallos y halagando los aciertos. Yo no fui capaz de escribir siquiera el primer capítulo y el hombre se enfadó conmigo. Y yo me fui tras oír los comienzos de varias novelas de mis compañeros.

Me vendría bien tener un experto al lado que fuera leyendo mis avances novelísticos pero creo que soy yo mi mayor crítico.

¿Qué clase de novelista sería yo si no viera yo cómo debía ir mi  novela?
Leer una novela es olvidar tu vida un rato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario