miércoles, 7 de mayo de 2014

Mi plan para escribir sigue sin concretarse. Habrá que esperar unos días para que la rutina acuda a mi vida, una rutina duradera en la que nada cambien durante cierto tiempo para que yo sepa que a cierta hora nadie me va a molestar y podré escribir a gusto. La historia que tengo que continuar está escrita en 1ª persona. Cuenta la historia de un hombre que decide hacerse mendigo y vivir una vida solitaria y pobre pero sin molestias de nadie ni presiones de ningún tipo. Los pícaros de los siglos XVI y XVII estaban ufanos de la vida que llevaban porque no tenían que hacer caso de nadie más que de su estómago que pedía que se llenara cada cierto tiempo. Pedían limosna, hacían pequeños trucos de cartas, engañaban a la gente para poder comer. Tan pícaro es el ciego que decía oraciones como Lázaro, que se ingeniaba cien pillerías para poder comer del ciego como fuera. Mal acabó el ciego y quiso la fortuna que Lázaro acabara de pregonero de vinos en Toledo. Toda una carrera que nos debe hacer pensar que la vida es un ascenso o un descenso, nada más.

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